EL ABOGADO DEL SIGLO XXI

 

alma_togaLa práctica de la abogacía ha ido cambiando a lo largo de la historia, para percibir dicho cambio, no hace falta remontarse al siglo XVI, momento en el que Felipe II aprueba las «Ordenanzas de la Congregación de Abogados de la Corte», precedente del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.

La sociedad ha evolucionado tan rápido, y hemos olvidado: que hasta 1970 no había mujeres en la Fiscalía en España. La primera juez de España, Dª María Jóver Carrión, toma posesión de su plaza en 1973. Hasta el año 1971 no se permitía a las mujeres opositar a notarías. Ello, porque se consideraba impropio de su sexo, y así la Ley de Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer, de 1961 proclamaba: “en caso de que la mujer ejerciese como magistrado, juez o fiscal pondría en peligro ciertos atributos a los que no debe renunciar, como son la ternura, la delicadeza y la sensibilidad”.

Como una ya ha cumplido años, recuerda: las máquinas de escribir con papel de calco, el uso del latín, las frases grandilocuentes… Aún llevamos toga, aunque en algunos juzgados, para determinados actos procesales, se nos dispensa. Algunos clientes, me han preguntado, ¿usted habrá usado peluca? Entonces, paso a explicarles que en España nunca se ha utilizado.

En el año 2002 se vio la necesidad de modernizar el lenguaje jurídico, por ello se aprobó por unanimidad en el Congreso la Carta de Derechos del Ciudadano ante la Justicia, en la que se reconoce a la ciudadanía el derecho a comprender y la necesidad de una claridad en las exposiciones. Hasta hace poco, podías escuchar al magistrado o al abogado: Dolum facit qui ex alienba iactura lucrum quaerit. El pobre cliente te miraba horrorizado, pensando que le había impuesto la máxima pena. A pesar de la recomendación todavía existen jueces y abogados que continúan utilizando locuciones latinas.

Lo cierto, es que aunque se hable en español, pocos clientes se enteran por completo, aunque previamente les hayas explicado a fin de situarlos en el proceso, porque existe una parte técnica. Además los nervios les bloquean, eso cuando no se han medicado, para afrontar la vista. El cliente tiembla en el banquillo y desea que se olviden de él. Comienza su Señoría: “Parte actora…” “Parte demandada…” A lo que contestamos los abogados con fórmulas: “Nos ratificamos en nuestro escrito de demanda y solicitamos el recibimiento del juicio a prueba”.

En la jurisdicción penal a preguntas del Juez: “Tiene interés en el pleito” “Tiene amistad, enemistad con el acusado”… El cliente suele permanecer mudo. Muchos jueces lo explican, otros te piden que bajes del estrado y hables con ellos, y los menos se molestan, porque piensan que no les has informado previamente.

Antes se usaban frases para preguntar y repreguntar que provocaban una gran confusión, la mayoría de jueces ya no permiten su uso. “Diga ser cierto que…”; “No es más cierto…”; “Presumiblemente Usted…”; “supuestamente…”

En una ocasión cuando su Señoría exclamó: “¡impertinente!” Mi cliente saltó como un resorte, preguntando, ¿me puede llamar eso?

En otra ocasión, el Juez ante un testigo que se mostraba remiso a declarar. Le ordenó: “¡deponga!”. El testigo permanecía demudado, porque más tarde me manifestó que sólo conocía el significado escatológico de la palabra, y no daba crédito a lo que se le pedía.

Normalmente, el cliente que se ve inmerso en un juicio no sabe bien lo que le ocurre, porque todo aquello le parece innecesario, cuando no sin sentido o un circo como me ha comentado más de uno. Lo que le explica su abogado como no se adecua al cien por cien a sus aspiraciones le parece injusto. Por mucho que le adviertas que, en el juicio o la declaración, deberá responder a lo que le pregunten y no tiene nada que ver con las películas americanas o algunos realitys de televisión, piensa que ha perdido el tiempo, porque no ha podido extenderse en sus explicaciones lo que le hubiere gustado. Y, “¡para colmo! ¡Su abogado tampoco lo ha dicho y casi no ha hablado!”. Muchos clientes me dicen, necesito decir “que me ha sido infiel”. Entonces servidora se siente muy frustrada, porque con anterioridad a ello le ha explicado varias veces que las causas de separación fueron erradicadas, por la Ley 15/2005, de 8 de julio, y que las mencionadas causas de separación eran culpabilizadoras, lo que suponía perpetuar el conflicto entre los cónyuges, cuando es patente su voluntad de no continuar su matrimonio. Así, se estima que el respeto al libre desarrollo de la personalidad garantizado por el art. 10.1 CE, justifica reconocer mayor trascendencia a la voluntad de la persona cuando ya no desea seguir vinculado con su cónyuge. Que en éste mismo sentido se han pronunciado los Jueces de Familia, ect.

Desde que un cliente viene al despacho, procuro situarle a lo que se va a enfrentar. Así cuando me apuntan, “¿mejor de tú?” Una comprende que es natural, porque me ha contado hechos que tal vez nadie más comparta. Entonces paso a relatarle que en el despacho le “tutearé”, pero que en el juicio no. Es por respeto y que al Juez le llamaré Señoría, con una mezcla de asombro y espanto, me pregunta, “¿y yo?” De usted, con ello basta.

Al cabo del tiempo llega la sentencia, y se la remites con la indicación de aclarar lo que fuera necesario. Normalmente al momento suena el teléfono, es el cliente que le ha dado un tantarantán, aunque sea favorable. La razón de la alarma, -la explico con lo que me expresó otra clienta-“ es que no lo había entendido, porque parece escrita en otro idioma”.

 

Si algo nos ha facilitado nuestra profesión ha sido, Internet, –ese invento con nombre de bicho en el que es obligado comprender una extraña jerga: web, megas, ciberespacio…- así lo denomina una cliente. A principio de año se vivió una verdadera tragedia con la llegada de Lexnet. Los Colegios se movilizaron a fin de darnos la formación necesaria para su manejo, y nos aplicamos a ello, porque a partir del uno de enero las notificaciones llegarían por allí. En un primer momento, los nervios estaban a flor de piel, ¿qué pasaría con los plazos, las demandas muy voluminosas, las grabaciones, ect? En éste momento nos congratulamos, porque nos ahorra muchos viajes a los Juzgados. Para la abogacía la informática e Internet han sido una verdadera revolución, aún recuerdo los tomos de Jurisprudencia y la laboriosidad de buscar las sentencias. En la actualidad han quedado relegados a elementos decorativos en los despachos, porque todos usamos las bases de datos en el móvil y a través de Web, la biblioteca electrónica del ICAM; el acceso a múltiples organismos a través de la firma digital… Vamos que si nuestros distinguidos predecesores visitaran nuestros despachos, quedarían pasmados.

Los abogados por desgracia no tenemos varita, ni hacemos milagros que nos hagan ganar los juicios. Tampoco la bola de cristal que nos permita ver en el interior de las personas o adivinar el futuro. He comprobado que hay clientes que lo piensan y abogados que lo hacen creer. Eso sin perjuicio que me guste bromear sobre mis artes adivinatorias o cuando juego con mis nietos al espejo mágico y me convierto por arte de birli birloque en Maléfica.

La realidad es que los abogados como cualquier hijo de vecino, estamos sometidos a la ley , y por ello cuanto más la conozcamos, mejor servicio prestaremos a nuestros clientes. Me doy cuenta que ello es algo desconocido entre la clientela, porque no te harían comentarios como: “esto  mi vecina lo interpreta como…”  Servidora entonces intenta explicar que las leyes no las interpretan mi madre, mi cuñada, ni tan siquiera mi pareja… Sino los tribunales y sobre todo su órgano máximo, el Tribunal Supremo.

La mayoría de personas desconoce que este trabajo se basa sobre todo en el estudio, y la mayoría de clientes piensan que eres una especie de psicólogo. Recuerdo a mi padre siempre con un libro, aprovechaba las vacaciones y fines de semana para ello.Dicho lo anterior, el conocimiento va a ser el mapa a través del cual fijemos el rumbo para llevar a nuestro cliente a buen puerto.

Hasta el momento parece que en casi todo hemos salido beneficiados con el progreso, pero hay algo que en mi modesta opinión se debería mejorar, por lo que recomendaría a las nuevas generaciones el libro, “El Alma de la Toga”, como de necesaria lectura y que me atrevo a recomendar a jóvenes y mayores, da una serie de consejos que hoy más que nunca son precisos:

“La abogacía no es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.”

Recuerdo lo que me dijo un compañero, cuando una era más joven: “ganas un pleito y comienzas a sufrir por el siguiente”. Así es esta profesión.

Hoy en día, vengo observando con tristeza y no sólo por mi experiencia, también por la de mis compañeros que cuando un proceso comienza a inclinarse de tu lado, la parte contraria se revuelve contra uno desacreditándole, criticando su actuación profesional e incluso procurando intimidarle. Algo totalmente prohibido por nuestro Código deontológico.

Conozco que posturas como la anterior a veces son inspiradas por el propio cliente, pero la lealtad hacia él pasa por informarle de los comportamientos que pueden perjudicarle y no debe realizar, y sé que algunos no van a admitirlo, pero si nos exigieran conductas que prohíbe nuestra Código o que pensemos que no les van a favorecer, deberemos renunciar a su defensa.

Hoy en día, existen muchos abandonos en la profesión, tal vez se debe a no saber decir que no a tiempo, porque cuando uno libra determinadas batallas, cae rendido por una sensación de asco.

No sé si es por efecto de la crisis, pero cada vez es más difícil alcanzar acuerdos extrajudiciales. De un lado te encuentras con clientes que parecen abducidos, pretenden hacer un negocio redondo, ¡vamos que ni el gordo de Navidad! Es decir, ¡todo ganancia! No están dispuestos a llevarse en el asunto su cuota, sino la parte del león y la de la fauna al completo. Este cliente piensa que los abogados somos magos capaces de conseguirles todo el pastel.

Me parece que en el bachillerato, sería necesaria una asignatura sobre  conocimientos prácticos jurídicos. Se ha dicho que sin unos conocimientos mínimos de Física no se puede vivir. Me atrevería a afirmar que sin unos conocimientos jurídicos tampoco. En mi modesta opinión, el atrevimiento proviene del desconocimiento, hemos estudiado química en nuestra juventud, pero a ninguno se nos ocurriría fabricarnos nuestros medicamentos. El Derecho es una ciencia compleja con múltiples facetas y entresijos que se hace necesario contemplar en cualquier negocio.

Siempre me gusta poner ejemplos reales. Ahí van algunos sencillos con los que te encuentras casi a diario y que con una prevención, no se hubieran dado. Recuerdo la señora que había cedido el usufructo de todos sus bienes al marido, y por ello no podía disfrutar de nada hasta el fallecimiento de su consorte. El arrendador que le ha cambiado la cerradura a su inquilino y lo ha denunciado. El progenitor que incumple las legítimas y organiza un embrollo mayúsculo. Lo último,  las amenazas e insultos vertidas por wasap en un momento de enfado, que si se denuncian, van a tener consecuencias.

Existen despachos que van directamente al pleito, y te piden condiciones insostenibles, lo que vulgarmente se llama picar el pleito. Cuando les dices que el Juez siempre me va a dar X, ¡no me pidas más! Rompen la negociación. Aprovechan el enfado del cliente para enconar la situación. En esta profesión el cliente no siempre tiene la razón, y flaco favor le hacemos con dársela cuando no la tiene. Si existiera esa cultural legal, el cliente detectaría estas cosas.

 

 

 

 

 

 

Acerca de María Pilar Tortosa del Carpio

Nací en el Mediterráneo por lo que añoro su luz y su olor. Abogada por vocación, con el ejemplo y el buen hacer de mi padre. Procuro cultivar: la familia, porque es lo único que no falla en los malos momentos, el sentido del humor sobre todo en esos malos momentos, los buenos amigos y compañeros, los viajes… Espero compartir ideas, vivencias, lugares…
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2 respuestas a EL ABOGADO DEL SIGLO XXI

  1. JUAN dijo:

    Excelente artículo, enhorabuena.

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